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Economías  Latinoamericanas: alentadoras noticias de inversión extranjera directa

Por: Giovanni E. Reyes Ortiz – Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard – Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.

De conformidad con un informe que recientemente fue dado a conocer por la organización UNCTAD (siglas en inglés de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) las economías latinoamericanas, durante 2022, llegaron a captar un total de 208,000 millones de dólares en inversión extranjera directa (IED). 

Se trata de un logro notable en especial por dos razones fundamentales. Por una parte, es la cifra históricamente más alta alcanzada por la región; constituye un 51% de aumento sobre la cifra de este indicador correspondiente a 2021. Por otro lado, esta cantidad de IED se obtiene cuando se ha determinado que esta variable, en el ámbito global, disminuyó en un 12%.  Es decir, no obstante, yendo las condiciones mundiales a la baja, lo que se observó en el subcontinente latinoamericano fue la expansión de un componente clave en la generación de empleo productivo y con ello, de oportunidades para la población.

Como era de esperarse, la mayor cantidad absoluta de inversión extranjera directa fue captada por las economías más grandes de la región.  En Brasil se localizó el 41% de la IED de la región latinoamericana, con un monto de casi 85,000 millones de dólares.  México ocupó el segundo lugar con una captación total que ascendería a un 17% de la región, con una cifra global de inversión de cerca de 35,000 millones de dólares.

Es de recordar que estos países constituyen las dos economías más grandes de América Latina.  Brasil estaría aportando un 31% del producto interno bruto regional, en tanto que la contribución de México sería de un 26%. Esto demuestra una vez más que un rasgo estratégico de las economías es llegar a contar con mercados internos más amplios; por cierto, se trata de una de las ventajas que se tienen, entre otras, de los procesos de integración económica.  En especial en países que poseen mercados internos relativamente reducidos.

En la subregión del Caribe, se destaca República Dominicana, alcanzando unos 4,000 millones de dólares en IED.  Esta nación sobresale por su notable estabilidad económica, característica que le ha valido alcanzar de manera recurrente tasas de crecimiento significativamente alto en toda la región durante al menos los pasados 20 años. Uno de los sectores más dinámicos de su economía, con amplio efecto multiplicador, es el turismo.

Como parte de la evidencia empírica, registrada como actualización última respecto a la inversión extranjera directa (IED), es de puntualizar que, más que Centroamérica y México, o bien el Caribe, fue América del Sur quien registró en 2022 el repunte más dramático.  En efecto, esta subregión integrada por países andinos y del Cono Sur más Chile, llegaron a aumentar la IED en un 73%, respecto al año 2021, de conformidad con lo expresado por UNCTAD.

Desde luego, tenemos que tomar en cuenta los obstáculos que vinieron con el Covid-19. Estos factores incidieron en provocar una importante contracción económica.  Lo que a su vez generó aumento de desempleo, menores oportunidades para la población, la promoción de una sombría perspectiva en cuanto a desempeño de las economías. 

Muchas de las repercusiones económicas de la pandemia afectaron los ya bajos niveles de productividad, incluyendo los sistemas informales que agrupan a mucho del subempleo en la región. Estas economías marginales son, como se sabe, ámbitos de subsistencia de grandes conglomerados, especialmente de mujeres con poca preparación, madres solteras cabeza de hogar y de jóvenes que no cuentan con experiencia laboral.

El hecho de que los niveles de producción estuviesen bajos, incluyendo formación de capital fijo, así como los indicadores de inversión extranjera directa, posibilitaron que -en términos comparativos porcentuales- los incrementos fueran notables una vez recuperadas las economías latinoamericanas.  A eso debe agregarse que, en general, durante la pandemia el énfasis se concentró en el consumo de inventarios, quedando por tanto un gran margen de capacidad instalada en condición de ociosidad.  Esto se reactiva en la actualidad.

Nunca será suficiente insistir en los niveles de inversión extranjera directa, como un indicador muy importante del desempeño económico. Esto es mucho más significativo cuando ocurren los casos en los cuales esa IED se vincula a la formación de capital fijo, y con esto a la economía real, más que a la economía financiera o bancaria. 

Es decir, este enunciado cobra mayor relevancia al reconocer que el mismo se encuentra directamente relacionado con la creación de empleo productivo y por ello es fuente de oportunidades, crecimiento y bienestar para amplios sectores de la sociedad.

Es cierto que es la demanda una fuerza primordial que estimula el desempeño y competitividad de las empresas, pero esta condición está asociada a la capacidad de inversión en la economía real de los países. A este factor debe agregarse el comportamiento del consumo, de la actividad de gobierno, de exportaciones y de importaciones.    Son alentadores estos últimos datos de inversión extranjera directa en Latinoamérica y el Caribe.  Lo que se esperaría es que este factor favoreciera en particular el crecimiento de la economía real y del bienestar social prevaleciente, que fuese factor positivo en la promoción del empleo formal.  Con ello podríamos estar fruente a una dinámica tendiente a la superación sostenible de la pobreza y los niveles de inequidad en nuestros países.-

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