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Yo (no) merezco tener cáncer.

Por Redacción
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Dra. Claudia Núñez Núñez – Viña Del Mar, Chile

Recuerdo que al cumplir los 27 años un examen de rutina tuvo resultados  no esperados; al repetir dicho examen tres veces y que el resultado saliera el mismo, me di cuenta que algo andaba mal. Desde ese día supe que mi vida había cambiado en 180 grados, ya no me sentía igual y mucho menos percibía mi alrededor como lo hacía hasta ese momento. Desde aquel día comenzó una fila de  exámenes, citas al oncólogo y planificar qué hacer.

No olvidaré al médico que me dijo en su consulta, mientras me practicaba la biopsia (sin anestesia) y con toda su actitud: “tú eres joven, por lo que no te operaría, si Dios quiere  no avanzará lo que tienes, y si es al contrario, bueno, es voluntad de Él mismo”. ¡Me quedé en shock!, ¿por qué Dios tendría que hacer esto conmigo? Por otro lado, evidencié una actitud poco empática por parte de él y me dolió el alma, no sé si por el dolor físico del procedimiento o por las palabras del especialista.

Si bien el diagnóstico tenía buen pronóstico, debido a que estaba en fase incipiente, las células cancerígenas  me estaban anunciando su llegada y que podrían ser una visita inesperada pero que vendrían por una corta estancia, o bien, ser un huésped por más tiempo, por lo que debía  tomar cartas en el asunto.

Poco tiempo después, tuve mi intervención quirúrgica y controles, primero cada tres meses, luego cada 6 meses, aunque en ocasiones debíamos volver atrás; realizar nuevamente biopsia y volver a fojas cero. Si bien me había acostumbrado  a aquella rutina, el miedo y la incertidumbre me hacía sentir una niña de seis años que deseaba el abrazo de su mamá, para llorar y  sentir que todo estaría bien.

Lo cierto es: Mi cuerpo estaba gritando con todas sus fuerzas que debía sanar algo que no había hecho, aquellas emociones no resueltas de la infancia, reprimidas de manera inconsciente , de aquel desamor y abandono paterno, que me sacudían como una alerta  para hacer frente , ser valiente, justa conmigo misma y sanar aquellas heridas; porque además tenía una hija pequeña de cuatro años que me necesitaba y no quería volver a repetir  mi historia con ella.

Vivimos en un mundo interconectado, en el que los fenómenos de las emociones, del cuerpo y la mente no se pueden separar, son un complemento y que se interrelacionan de manera permanente. Cuando expresamos que “la mente no se puede separar del corazón”, en cierta medida es verdad; la naturaleza de nuestro ser es experimentar todo aquello que nuestras emociones nos hablan.

Ya en el año 1701, Gendron hace referencia sobre la influencia que posee en pensar y sentir en algunos tipos de cáncer. Para Burrows (1783) comenta que existe una relación entre el cáncer“ y las pasiones difíciles prolongadas en el tiempo”. El ser humano es una constelación energética, por lo tanto la enfermedad aparece desde el cuerpo físico cuando los procesos no son resueltos o trabajados desde el espacio emocional. Desde ese espacio entonces, el cáncer es un desequilibrio energético específico, y que se activa desde la energía vital de la persona por un manejo no resuelto desde las emociones.

Esta enfermedad duele, duele el cuerpo, pero más duele el alma; nosotras no merecemos pasar por esto, no deberíamos experimentar este tipo de dolor. Entonces la reflexión es: ¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo prevenir esta enfermedad? Lo verdaderamente real es que nuestra salud es un diamante y debemos apreciarlo, ya que nuestro templo, refugio y especial hogar, es nuestro ser quien nos acompaña, cobija y abriga para entregar todo su amor; por lo tanto, “estar sanas está en nuestras manos, es una opción”. El procurar cuidarnos mediante programas de salud mental, como también física , ayudaría a estar bajo resguardo y alertas.

En la actualidad, el miedo a enfermar  si bien está presente, pero hemos hecho una tregua, ya que el proceso terapéutico que he llevado a cabo hace un tiempo, ha permitido poder sanar desde mi interior todo aquello que se encontraba pendiente . Creo que este proceso ha sido el mejor regalo para mi;  para mi alma y mi cuerpo, puesto que me he cimentado las bases para una nueva perspectiva de la vida, con nuevos colores y energía,  y de cómo mis experiencias son producto de todo aquello que mi alma  ha deseado;  materializandose desde mis pensamientos. En la medida que visualizo lo mejor para mi, atraigo ese regalo de bienestar y de salud.

Hoy me propongo a conseguir desde ese espacio, todo lo que mi corazón desea, porque lo merezco, porque lo deseo y lo atraigo. Salud es vida y amor es salud.

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