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Sororidad: De la teoría a la práctica

Por Redacción
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“Nos enseñaron a ser rivales, pero decidimos ser aliadas” (María Cristina Maggi)

Por: Claudia Núñez Núñez, Chile Viña Del Mar y Marolen Martínez

Si nos situamos en la raíz del concepto de Sororidad, este guarda relación con la palabra “ frater” (fraternidad) cuyo significado se conecta con el respeto, cuidado y solidaridad entre el género femenino. En 1921, Miguel de Unamuno da a conocer por primera vez esta palabra en su novela denominada “La tía Tula”, refiriéndose a la hermandad entre mujeres. En concordancia con ello, en este  preciso momento mi mente recorre pasajes profundos e inmersos en columnas cerradas de la memoria, logro encontrar recuerdos escondidos y que sin lugar a dudas provocan emociones de las acciones reveladas en mi mente, acontecimientos que experimenté a lo largo de la vida en que el compañerismo y la solidaridad no se vieron reflejados por mis pares y que se alejan de la verdadera esencia de la solidaridad femenina.

Es así como, he percibido a lo largo de los años que la palabra “Sororidad” es un concepto que se está utilizando en la actualidad con profunda energía en todos los sentidos, sobre todo en aquellos contextos comunes laborales o sociales en que nos encontramos y nos desenvolvemos; pero que, sin embargo, en la práctica no se evidencia y/o aplica en su  real significado. 

Tal vez, existen variados factores que justifiquen lo anterior, pero lo cierto es que, una de las mayores razones es la educación que se nos ha inculcado desde tiempos inmemoriales, en que el sistema de un modelo de crianza tradicional, ha promovido en nosotras la competencia en todo los aspectos; como por ejemplo:  quién tiene el mejor cuerpo, más delgado, el mejor auto, mejor compañero (con posición y por sobre todo status económico) porque de lo contrario es “poca cosa”;  o bien, el trabajo en que nos encontramos, el puesto, “ya que la etiqueta es importante”, “no es lo mismo en que una sea la directora de … que la secretaria del gerente”; y ¿por qué no? el outfit que utilizamos a diario para salir a trabajar o el que uso para ir al gimnasio. Todo es competencia solapada, porque se han impuesto de manera inconsciente a lo consciente, en que muchas veces sin desearlo caemos en ese tipo de situaciones que nos distancian y que no son amorosas para nosotras mismas, como prototipo: la envidia, porque la frase “te envidio, pero sanamente ¡no existe!, es como decir “hablaré mal de ti, pero sanamente”.

Verdadera sororidad

Si bien este “fenómeno” de la “pseudo sororidad” se observa mucho menos que antes, aún permanecen espacios sociales y culturales, en que las mujeres tienden a buscar espacios de validación a costa de la integridad o reputación de la otra compañera, evidenciando en variadas ocasiones la deslealtad invisibilizada y con ciertas caretas que son dignas de Hollywood y obvio para ganar un “Oscar como mejor actriz”, que dejan entrever una amistad, compañerismo o cariño mimetizado con intenciones que se encuentran lejos de la solidaridad femenina.

Nos encontramos en un mundo en que debemos enfocarnos en nuestros objetivos, pero desde una energía distinta a la ya conocida, esta tiene un sentido y trascendencia única, puesto que nos lleva a lugares inimaginados, sin importar la realidad social, económica y cultural. Esta energía es la SINERGIA y que tiene un gran impacto entre nosotras, ya que posibilita construir un sentido de compañerismo, trabajo en equipo, respeto y empatía desde otro prisma, con amor y unión hacia nuestros logros individuales. Cada una es única en su totalidad, pero sin dudas destaca y aporta en su rol y quehacer diario, eso es lo significativo, lo demás debe quedar en el pasado.

Normalicemos la importancia de la solidaridad desde la sinergia que nos lleva a ser una cadena en que cada una somos un eslabón, y juntas, podremos cumplir nuestras metas y sueños y para ello, es preciso dar un vuelco y generar el cambio; tenemos la gran misión de modificar los patrones y prejuicios sociales, culturales, en que las mujeres debíamos competir para demostrar quién era la mejor; esa conducta más bien nos daña, nos hace alejarnos de la energía de unión como género.

No es mejor quien posee la mejor vestimenta, el mejor auto, o bien quien es más delgada y exitosa en su trabajo, solo por el hecho de tener “un estatus social”. Todas merecemos lo mejor, y podemos alcanzar nuestros sueños si trabajamos desde el mismo equipo y con el mismo cariño y dedicación. Atrás quedaron las etiquetas que se nos impusieron por el estigma, que por cierto nosotras mismas promovemos con nuestras acciones.

Hoy es cuando, hoy es el momento de dar un vuelco a nuestras intenciones, nuestros actos y refundar el sentido de la SINERGIA, ¡porque juntas somos más,  únicas e invencibles!

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