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El impacto de la violencia en el hogar

Por Redacción
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«Nunca se entra por violencia, dentro del corazón” ( Winston Churchill)

Por: Dra. Claudia Núñez Núñez, experta en ciencias de la educación, Viña del Mar, Chile

Leyendo un artículo del año 2021, me encontré con el caso de Nabila, una mujer del Sur de Chile, quien sufrió grandes consecuencias físicas y psicológicas en el año 2016 debido a la violencia doméstica en que fue víctima. Intentar comprender el concepto es difícil cuando lees este tipo de casos, sin embargo es esencial analizar los diversos factores que la sociedad de hoy mantiene  como creencias instauradas como sistema la figura masculina “es superior”, confiriendo el derecho y responsabilidad a la naturaleza “ patriarcal” por sobre la igualdad de derechos y deberes dentro del sistema familiar. Si bien hemos avanzado sobre la importancia de la igualdad de condiciones, aún persisten los estereotipos de género que atribuyen la responsabilidad y derecho al hombre de guiar o dirigir las acciones, pensamientos y sentir de ella dentro del hogar. Según el estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre el 2000 y 2008 siendo publicado en el año 2013, una de cada tres mujeres ha sufrido algún tipo de violencia atribuida al ámbito físico, psicológico u otro. Por otro lado, la pandemia del Covid-19 tuvo grandes consecuencias dentro de los espacios familiares, sobre todo en cuanto a la forma de convivir y relacionarse en pareja, afectando de manera directa y significativa no solo la salud física, sino también emocional. El abuso psicológico  por parte del otro, es la forma más común de violencia contra la mujer y se encuentra presente en varios países. En Chile, según fuentes emanadas del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam),en el año 2005, hubo 67.913 casos denunciados por ellas a causa de violencia intrafamiliar.

Las diferentes formas de maltrato en el hogar muchas veces son silenciadas o no denunciadas por las mismas mujeres, por miedo a las consecuencias de exponer lo que están viviendo; o bien; justifican de alguna manera lo que experimentan para no provocar mayores  dificultades dentro del núcleo familiar. Aceptar y decidir que sí a todo para no generar conflictos, o bien “para que no se enoje y evitar gritos y peleas” “Si lo hago no me dará dinero para la comida y los niños” “ ¿Qué puedo hacer, si no tengo cómo trabajar, entonces si lo denuncio, me quedo en la calle con mis hijos” ; siendo esto, una forma de aceptación de ese “amor” , el  poder malentendido , desequilibrado y patológico.

Es así entonces que, en diferentes ocasiones podemos apreciar como ella se ve postergada debido a decisiones unilaterales que generan un estancamiento en su desarrollo personal, sobre todo en los sectores más desfavorecidos a nivel sociocultural, en el cual las estructuras sociales, promueven la responsabilidad de ser ella quien deba “ estar en la casa al cuidado de los hijos, mientras su pareja, marido o compañero deba salir a trabajar”; por consiguiente , la posibilidad que ella pueda desarrollarse en el ámbito laboral es escasa. Si bien se pueden ver mayormente expuestos este tipo de sucesos en el estrato social más deprivado, hoy en día el maltrato doméstico puede ser transversal en cualquier ámbito sociocultural. Algunas de las mujeres han expresado en espacios sociales e informales que sienten que deben estar pendiente de todo “porque su marido es quien decide que se queden en casa  para el cuidado del hogar y cumpla e de la maternidad  a tiempo completo”, y el solo hecho de que se les diga “ para eso yo trabajo “ o bien,  “tú sin mí no podrías mantener esta casa” también es una forma de abuso. Otras mujeres, por ejemplo,  siendo profesionales y trabajando en sus áreas de formación, han palpado la realidad misma de sentir menoscabo  de la pareja escuchando: “ quien te va a contratar si no tienes tanta experiencia como yo”, “ puedes ser profesional, pero no tienes mundo, te falta el roce social”, “si yo no estoy, no puedes hacerlo sola, piénsalo bien porque si nos divorciamos, esta vida ya no la tendrás más”, etc. El sistema de algunas sociedades aún mantienen el liderazgo y autoridad al hombre  por sobre la mujer, considerando a ella , como una imagen débil, superficial muchas veces debido a su apariencia física y sin el derecho a los mismos recursos y oportunidades.

Si reflexionamos al respecto y consideramos lo anterior, podremos  comprender que no es posible seguir hipotecando nuestro desarrollo y evolución en base al egoísmo y desmedro de nuestra valoración como género. Basta de sentir culpa por poseer cualidades  físicas y psicológicas que nos hacen ser únicas y que al otro genera inseguridad  frente a su ego; y no por ello, debemos dejar de ser quien somos frente a las emociones de desconfianza, miedo y prejuicio social  que coarta nuestra libertad, desarrollo y felicidad.

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