¿Quién debería acompañarte a tu control prenatal y ultrasonido obstétrico?
Autor: Kelly Hernández, TikTok: @grakehp – Instagram: @Kellyhpola – Facebook: @gracekelly.hernandezpolanco.3 – Email: gracekellyhp@gmail.com – Editorial: youngfortransparency@gmail.com
Esta pregunta refleja una situación muy peculiar que se observa con frecuencia en las áreas rurales del país. Sería razonable pensar que la mujer embarazada desee estar acompañada por el progenitor del bebé o por un familiar cercano, sin embargo, la realidad suele ser distinta.
En el interior, es común que las embarazadas acudan a sus controles prenatales acompañadas por la suegra o por cuñadas. En primera instancia esta situación no tendría nada de malo, sin embargo el problema se manifiesta cuando se comprende su trasfondo machista; antes incluso de que la propia gestante pueda formular cualquier inquietud, las acompañantes con tono impositivo, lanzan la pregunta: “¿Qué va a ser?, ¿hembra o varón?”.
Casi nadie pregunta lo verdaderamente importante: “¿El bebé está bien? ¿Su corazón late con normalidad? ¿Viene sano y completo?”. En lugar de interesarse por la salud de la madre y del hijo, la conversación se reduce al sexo biológico del neonato, como si se tratara de un animal de granja. Este es un claro reflejo de que muchas familias continúan transmitiendo visiones despectivas y cargadas de prejuicios.
La discriminación hacia las mujeres se manifiesta desde el lenguaje que se utiliza, pues es común que se haga referencia a las niñas como “hembras”; esta desigualdad de género, aunque pueda parecer inofensiva, reproduce un patrón discriminatorio. ¿Por qué normalizar una terminología que cosifica y reduce a la mujer a un rol secundario desde antes de nacer?
Cuando se pregunta a las familias qué prefieren, la mayoría responde que quieren un “varón”. La justificación es simple: el niño se quedará en casa, trabajará y aportará económicamente; mientras que la niña tarde o temprano, “abandonará” el hogar para casarse. Estas ideas se pronuncian entre risas, pero revelan un trasfondo cultural que asigna destinos desiguales desde la gestación misma.
Incluso antes de nacer, el bebé ya tiene un destino asignado según el género que se le adjudique; esta desigualdad no es producto del azar, sino de una construcción social que perpetúa roles de género rígidos y discriminatorios.
Este pensamiento, profundamente misógino y sexista, ignora que las mujeres también pueden —y de hecho lo hacen— contribuir a la economía familiar, ya sea con un empleo formal o con el trabajo no remunerado dentro del hogar, que resulta igualmente esencial para la subsistencia de la familia, y que rara vez se reconoce con el mismo valor que el del hombre.
La falta de información biológica es otra problemática latente; todavía se enseña de manera confusa que la madre “define” el sexo del bebé, cuando en realidad son los cromosomas del padre los que determinan si será XX (Mujer) o XY (Hombre). Si ni siquiera este conocimiento básico se ha socializado adecuadamente, ¿cómo esperar que cambien las concepciones culturales más arraigadas?
Como sociedad, debemos preguntarnos si existe una igualdad de género sustantiva en Guatemala o si ésta se limita a simples discursos, y qué podemos hacer para cambiar estas visiones tradicionales. La teoría de género nos invita a cuestionar estas prácticas. Nos recuerda que los roles asignados a hombres y mujeres no son naturales ni inevitables, sino construcciones sociales que podemos transformar. Aunque el cambio cultural parezca lento, cada reflexión, cada cuestionamiento y cada conversación que abramos sobre el tema nos acerca a una sociedad más equitativa.