Vivir conscientemente el ciclo del año

Recuperemos la presencia en un mundo obsesionado con el «siguiente»

Por: Marolen Martínez

Estamos a días de terminar octubre y he confesar que de un tiempo para acá evito andar en la calle, el transito y los centros comerciales; sin embargo, en días recientes he estado saliendo y me asusta ver que ya el afán del consumismo navideño ha iniciado, los supermercados, los centros comerciales, en fin. Las tiendas ya están teñidas de rojo y dorado; y ni hemos terminado octubre. Las plataformas de compra aceleran sus algoritmos. Los anuncios publicitarios nos susurran promesas de felicidad enlatada. Y la mayoría de personas, absortas en esa vorágine, permiten que octubre se desvanezca sin realmente haberlo vivido y eso me ha inspirado a compartir estar líneas.

Porque mientras tanto, el Día de Muertos espera pacientemente en noviembre, una celebración cargada de significado, memoria y espiritualidad. Pero muy pocos la verán venir. Estarán demasiado ocupados preparándose para diciembre.

Esta es la crisis silenciosa de nuestra época: hemos perdido la capacidad de vivir el momento en el que estamos.

El robo silencioso de la presencia

Vivimos en un estado perpetuo de anticipación. Nunca estamos donde estamos. Siempre estamos donde iremos. El fin de semana no es para vivir el fin de semana; es para prepararse para la semana. El verano no es para disfrutarlo; es para planear las vacaciones. Y así, año tras año, vamos acumulando momentos no vividos, celebraciones no honradas, significados no comprendidos.

La sociedad nos ha entrenado para esto. El sistema económico depende de que siempre estemos buscando el siguiente producto, la siguiente oferta, el siguiente momento. Nos vende la ilusión de que la felicidad está «allá», en diciembre, en esa compra perfecta, en esa experiencia futura. Nunca aquí. Nunca ahora.

Y mientras perseguimos ese «allá», perdemos algo invaluable: la única cosa que realmente tenemos, que es este instante.

Octubre merece ser vivido

¿Cuándo fue la última vez que realmente celebraste algo sin pensar en lo siguiente? ¿Cuándo te permitiste habitar plenamente una estación, un mes, una festividad?

Octubre tiene su propia energía. Es transición. Es cambio. En muchas culturas, es el mes de la cosecha, del cierre de ciclos, de preparación para el descanso. Pero nosotras lo atravesamos como si fuera una sala de espera hacia algo «mejor». Hacia la Navidad. Hacia el año nuevo. Hacia algún momento que creemos será más importante.

La verdad incómoda es esta: no hay momento más importante que el que estás viviendo ahora.

El Día de Muertos y la enseñanza de la presencia

Y luego viene el Día de Muertos. Una celebración que nos invita a algo radicalmente diferente: a frenar. A recordar. A reconocer que nuestro tiempo en esta tierra es limitado y precioso. Que las personas que amamos no estarán siempre aquí. Que la vida es ciclo, que la muerte es parte de la danza, y que honrar a quienes se fueron es honrar la vida misma.

Pero muchas pasaremos por esta fecha como si fuera un escenario más en el calendario del consumo. Quizás compremos una vela decorativa, quizás publiquemos algo en redes. Y luego, rápidamente, nos sumergiremos en la fiebre navideña que ya está aquí.

¿Perdemos así la oportunidad de realmente entender lo que el Día de Muertos nos enseña: que la presencia es un acto sagrado?

El costo real de no vivir presente

Cuando no habitamos plenamente cada momento, pagamos un precio que va más allá de lo emocional. Perdemos:

  • Conexión. Con nosotras mismas, con los demás, con el ritmo natural de las cosas. Estamos presentes físicamente pero ausentes emocionalmente.
  • Significado. Las celebraciones se vuelven vacías. Las fechas, superficiales. Los momentos importantes se convierten en tareas en una lista de verificación.
  • Memoria. Sin presencia, no hay recuerdos reales. Solo fotos de momentos que no vivimos plenamente.
  • Paz. La ansiedad por lo que viene nos impide descansar en lo que es. Vivimos en un estado perpetuo de «no suficiente», «no listo todavía».
  • Tiempo mismo. Porque paradójicamente, cuando no vivimos presentemente, el tiempo se nos escapa. Los años pasan y nos preguntamos: ¿Dónde estuve? ¿Realmente viví?

El acto revolucionario de la intencionalidad

En una sociedad obsesionada con el consumo y la velocidad, vivir conscientemente es un acto de resistencia. Es decir: «No. Voy a vivir octubre. Voy a honrar este mes. Voy a estar presente con mis seres queridos. Voy a comprender lo que esta época requiere de mí.»

Es también prepararse para el Día de Muertos con intención. No como una compra más, sino como un espacio para la reflexión, para recordar, para reconocer que nuestra existencia es finita y por eso invaluable.

Aquí está lo revolucionario: Cuando realmente vivimos un momento, ese momento se multiplica. Una cena verdaderamente compartida con presencia vale más que cien cenas distraídas. Una celebración honrada conscientemente transforma. Una fecha vivida de manera presente se convierte en memoria, en significado, en amor.

La invitación

Así que mientras octubre se despide, te invito a hacer una pausa. Respira. Mira alrededor. ¿Qué tiene octubre para enseñarte que aún no has visto? ¿Qué necesitas honrar antes de dejarlo ir?

Y cuando llegue el Día de Muertos, no lo atravieses como un evento más en el calendario del consumo. Vívelo. Recuerda. Conecta con quienes amaste y ya no están. Entiende el mensaje que esa celebración antigua te susurra: que el tiempo es sagrado, que la vida es ciclo, que la presencia es el único regalo que realmente importa.

Porque al final, no viviremos cien años vacíos. Viviremos cinco años presentes. Y esos cinco años serán una vida verdadera. Recuerda: A veces, para siempre es solo un segundo. Sombrero Loco de Alicia en el país de las maravillas.

La pregunta es: ¿Vas a estar aquí para vivirla?

Deja un comentario