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La revolución

Por Redacción
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Escrito por: Carolina Castellanos

Estamos cercanos a la conmemoración de la Revolución del 20 de octubre sucedida en 1944 y que condujo al derrocamiento del gobierno de facto de Federico Ponce Vaides. Esto dio lugar a las primeras elecciones libres en Guatemala. Cada año tenemos asueto por esta conmemoración y a veces hasta tenemos “puente” como ahora.

Fuera del tema que originó esta revolución cívico-militar, me pregunto si cada uno de nosotros hemos logrado “revolucionar” nuestro metro cuadrado que nos tocó en este bello país.

El ser mujeres empresarias ya es una revolución. Lo fue significativamente cuando inició el movimiento pro igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Hoy en día esto dejó de ser una lucha, aunque no niego que aún hay discriminación hacia las mujeres por parte de hombres que no se han enterado que ese pensamiento retrógrado ya ha caducado.

Mis respetos a todas aquellas mujeres que revolucionaron el mundo y hoy podemos trabajar libremente, tener nuestro propio emprendimiento y acceder a altos cargos políticos, en grandes corporaciones internacionales o en cualquier otro puesto que queramos.

Todo eso ya está dado. ¿Qué revoluciones hacen falta? La primera es detener la exigencia de privilegios. A todas nos gustan los tratos especiales. Éstos vienen de las épocas doradas de galantería y son más que bienvenidos. Lo que no se vale es cuando la revolución deriva en esos movimientos feministas que buscan leyes que las favorezcan, que confunden libertad con libertinaje y que llegan a degradarse a ellas mismas mostrándose desnudas ante las cámaras. Desconozco la razón de hacer esto. Me parece una falsa superioridad que no conduce a nada bueno y que rompe con las normas morales y éticas generalmente aceptadas por todos.

Otra revolución que se debe detener es la del aborto. Nos compete directamente. No se puede asesinar a un bebé porque “es nuestro cuerpo”. La degradación del valor de la vida es tan grande que esos movimientos buscan que sea legal. La revolución tiene que orientarse a detener esto, no a promoverlo.

Podemos revolucionar nuestro metro cuadrado siendo firmes en nuestras creencias, honestas con nosotras mismas y responsables en todos los ámbitos de nuestra vida.

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