El costo invisible del cuidado

La economía no remunerada que sostiene al mundo

Por: Angela Anleu

La economía del cuidado no remunerado abarca todas aquellas tareas indispensables para el bienestar y el funcionamiento de la sociedad, como el cuidado de personas, el trabajo doméstico y la gestión del hogar. Aunque este trabajo es esencial para sostener la vida y permitir el desarrollo de otras actividades económicas, no se remunera ni se reconoce adecuadamente en los sistemas económicos tradicionales. Esta invisibilización perpetúa desigualdades de género y limita el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres

En cada rincón del mundo, millones de mujeres sostienen diariamente a familias, comunidades y economías enteras a través de su trabajo no remunerado. Cocinar, limpiar, cuidar niños, personas mayores o enfermas… Estas tareas, indispensables para el funcionamiento de cualquier sociedad, rara vez reciben reconocimiento económico o político.

Según datos del Foro Económico Mundial, las mujeres realizan tres veces más trabajo de cuidado no remunerado que los hombres. Esta carga no solo limita su acceso a empleos formales, sino que afecta directamente la autonomía económica, salud mental y oportunidades de crecimiento personal y profesional.

Lo más preocupante es que esta dinámica se ha naturalizado. Se espera que las mujeres “por instinto” se encarguen de cuidar, como si se tratara de una vocación biológica y no de una estructura impuesta. En América Latina, por ejemplo, muchas mujeres dejan de trabajar al convertirse en mamas, no por decisión propia, sino por falta de apoyo comunitario e incluso gubernamental. Este trabajo no se registra en el PIB, reduce las oportunidades económicas de quien lo realiza, limitando su tiempo para estudiar, trabajar o descansar, y reproduce la desigualdad ya que la mayoría de mujeres quedan atrapadas en los ciclos de pobreza por encargarse de tareas que no se reconocen como un “trabajo”.

La pandemia de COVID-19 expuso aún más esta desigualdad. Durante los confinamientos, millones de mujeres abandonaron el mercado laboral porque sus responsabilidades de cuidado se multiplicaron, ya que eran base fundamental para el funcionamiento ideal del hogar. Hoy, aún muchas no han logrado reinsertarse.

Es urgente repensar la economía del cuidado. Gobiernos y empresas deben implementar políticas que reconozcan, redistribuyan y reduzcan esta carga. Desde licencias parentales igualitarias hasta sistemas de cuidado públicos y accesibles, pasando por horarios laborales flexibles y cultura organizacional empática.

Invertir en el cuidado no es un gasto, es una inversión social. Redistribuirlo no es una concesión, es justicia. Para que las mujeres puedan ocupar los espacios de decisión, liderazgo y negocios que les corresponden, primero hay que garantizar que sus vidas no estén definidas por una sobrecarga silenciosa y frustrante, por el contrario, garantizar bienestar para familias más unidas y sustentables.

Reconocer el valor del cuidado es un paso fundamental para avanzar hacia sociedades más igualitarias, donde todas —sin excepción— puedan desarrollarse en libertad, sin cargar solas con el mundo.

2 comentarios en «El costo invisible del cuidado»

  1. Excelente artículo, las oportunidades para las mujeres que se han esforzado por y para su familia debe existir desde el seno del hogar al conformar una familia aprendiendo como varones a valorar y retribuir su gran aporte, asi también inculcando a los hijos este valor imprescindible para que la verdadera inclusión exista en los hogares y consecuentemente en los diferentes ámbitos en las siguientes generaciones.

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