La política guatemalteca sigue, en gran medida, excluyendo a las mujeres del poder a través de la discriminación, la corrupción, los conflictos de interés, etcétera.
El estado de las mujeres en la política guatemalteca es de constante lucha, que oscila entre la imposición de candidatas con fines partidistas, la dificultad de posicionar los temas que a ellas les interesan en las agendas políticas nacionales y el arduo trabajo de las ciudadanas organizadas por lograr avances en materia de equidad de género.
A lo anterior se suma que las mujeres en el poder recurren a estrategias muy elaboradas para practicar la “sororidad”, o las alianzas entre las mujeres, e impulsar las legislaciones en materia de equidad. Algunas diputadas lamentan la falta de diálogo y compromiso entre legisladoras de diferentes partidos para construir acuerdos y promover el adelanto del género femenino: “No hay acuerdo, las mujeres siguen los lineamientos de sus grupos políticos que, primeramente, atienden a sus intereses que el trabajo con las ciudadanas. Es difícil la negociación entre diputados para tratar de posicionarlas en las agendas políticas, porque no se nos toma en cuenta, se dice que somos feministas aguerridas que desafiamos a los hombres, aun así seguimos avanzando como podemos.
Cuando las mujeres ingresan al juego de la política se adentran en el terreno ocupado por leyes masculinas y cualquier forma de protagonismo significa un peligro de pérdida de poder a sabiendas que nuestra exclusión afecta al desarrollo social.
Para coartar el acceso al poder
Las estrategias para coartar el acceso de las mujeres al poder son múltiples, van desde actitudes machistas, planes elaborados para deslegitimar nuestros esfuerzos y hacernos creer que la política que hacemos no es efectiva. Estas estrategias tienen el objetivo de continuar ejerciendo el poder de forma unilateral.
Una de las formas más eficaces es cuando se penetra en la subjetividad de las mujeres y se nos orilla a la hostilidad entre nosotras. La hostilidad es una realidad preocupante y dentro de las estructuras partidistas se detecta fácilmente al escuchar frases como la que lanzó una líder a otra: “tu universidad es una cosa y la política de a pie otra, no nos sirven tus pláticas de empoderamiento si para reunir a las mujeres de la comunidad solo hay que traerles tamales y te llenan los eventos”.
Por esa razón, las mujeres debemos contrarrestar los efectos de la discriminación, reconociéndonos como aliadas, concientizando nuestra condición de mayoría discriminada, asumir que la exclusión de una nos arroja a todas a la invisibilidad y anula las luchas históricas por nuestro derecho a la igualdad.
