Home Opinión Editorial

Editorial

Por Redacción
0 Comentario

Ese niño que envejeció con cada uno de nosotros.

Hablar de estos temas, es un verdadero esfuerzo cuesta arriba, que obedece a querer mantener viva una época transitoria que casi nunca recordamos, más que uno y otros momentos que con el tiempo se van haciendo más lejanos y uno ya no está tan seguro de que fue un recuerdo o un sueño que siempre quisimos olvidar.  Nuestra infancia.

Amigos todos, muchísimas gracias por estar tan cercanos a nuestros esfuerzos por brindarles una modalidad diferente en nuestra misión informática que pretende estimularlos  a ser mejores en el día a día y que con nuestras otras maneras de comunicar tanto en las redes, como en nuestro programa de Radio, nos mantienen con el objetivo de brindar lo mejor de nosotros y lograr un momento de reflexión y lograr esa chispa de vida, para poder seguir adelante.

La infancia, el niño que fuimos y que es la base de todo lo que seremos hasta el último  día de nuestras vidas, es el que continua con nosotros, en el día continuo y que nosotros  lo percibimos en todo nuestro actuar y somos nosotros los que no queremos desprendernos, para no olvidar jamás esa época maravillosa  del eterno juego, risas, llantos… El tiempo de pedir y el tiempo de dar.   Tiempo que se quedó atrás y que ya no pudimos perseguir, para poder conquistar nuevas épocas, nuevos mundos, nuevas ambiciones y los nuevos comportamientos que nos llevarían  a ser los productos de una nueva humanidad, para nosotros totalmente desconocida, para niños recién crecidos, que llevábamos el único objetivo de conquistar.

Un fenómeno extraño, dónde dejamos de jugar y entramos a esa etapa seria de lo desconocido y a la postre, sigue siendo un juego, un poco más serio y de mucho nerviosismo, pero siempre juego.  Un juego que nos va alejando poco a poco de ese niño maravilloso que cree y piensa que está en un mundo, dónde todo aún no está completamente terminado, mucho menos concluido.   Un mundo que se hace eco en el recuerdo y en la historia de nuestras vidas, que además del juego, también se van perdiendo nuestras risas y nuestra mirada de una tierna ingenuidad.  La Niñez… Esa palabra que cada vez, vamos mencionando menos y cada vez nos cuesta más tiempo interpretarla, cada día se hace más larga y la vamos sacando de nuestro vocabulario y la recordamos al ver una muchachada de patojos jugando o golpeando la eterna pelota y nos sorprendemos, cuando todos se detienen en el juego y con sonrisas sudadas, nos saludan con un buenas tardes señor…  Palabras que nos recuerdan a ese niño de siempre, que va con nosotros y nos obliga a responder el saludo, con una sonrisa cansada y aquél viejo recuerdo de ir a las casas a recuperar las pelotas a las vecindades de aquéllos barrios que hoy se han transformado y que ya no son de tierra, sino ahora  de un asfalto que ahora lleva bulla y mucho tráfico, pero eso no importa, los pelotazos aún continúan en el bullicio de la gran ciudad.

Un niño, representa al final de cuentas,  nuestro recuerdo, nuestro yo interior, nuestra esperanza de vida, nuestras etapas ya pasadas y a nosotros mismos.  Seres diminutos que nos cuentan nuestra estatura y todo lo que hemos vivido, nos recuerdan cuando envejecíamos las pelotas de tantas patadas y tantos goles, como cuando entre todos juntábamos  para comprar una y muchas otras veces, jugamos con cualquier cosa, con tapitas de botellas y carteritas de fósforos, pero la idea era siempre jugar, nunca perder tiempo, más que jugando.  Hoy, ya no jugamos, casi no sonreímos, los niños nos recuerdan la vida que tuvimos, que tenemos y lo que ahora podemos tener, además de las fuerzas que hemos ido perdiendo, pero que aún estamos.   Comprarles unas cuantas pelotas qué honra nos daría.   Felicidades a todos los niños de nuestros entorno, que la alegría y la buena educación siempre los acompañe.

You may also like

Deje un comentario