Mujeres que buscan entre el silencio

El origen de la antropología forense en Guatemala

Autor: Jennifer Paniagua – X: @jennypaniagua01 – Instagram: @jenny_paniagua01 – Facebook: @jennifer.paniagua.73 – Editorial: youngfortransparency@gmail.com

En las montañas, en los patios, en los ríos secos y en los cementerios clandestinos improvisados de Guatemala, surgieron figuras silenciosas de lucha. Eran madres, hijas, hermanas y esposas que armadas con fotografías, palas y fe, emprendieron una tarea que el país les negó durante décadas: encontrar a los desaparecidos de la época más atroz de Guatemala.

Durante el Conflicto Armado Interno, miles de personas fueron detenidas arbitrariamente y desaparecidas por el Estado, especialmente en comunidades rurales e indígenas. La ausencia de sus cuerpos desintegró familias y abrió una herida que la justicia no supo -o no quiso- cerrar.

En medio de la negación, las mujeres fueron quienes asumieron la búsqueda de sus familiares como un acto de amor y resistencia. Fueron ellas las que preservaron la memoria de los desaparecidos y sembraron las primeras semillas de la antropología forense en Guatemala.

De su insistencia y resistencia nació una nueva forma de ciencia; cuando perdieron a sus hijos, la respuesta no podía ser solo política, debía ser científica. Así, con el apoyo de organizaciones internacionales comenzaron las primeras exhumaciones comunitarias protagonizadas por mujeres valientes, que tuvieron como consecuencia la creación de la Fundación de Antropología Forense en Guatemala.

Mujeres y antropología

Cada hueso encontrado era más que una prueba: era un relato recuperado de lo sucedido. Detrás de cada hallazgo había una mujer que había aprendido a reconocer el terreno, a distinguir el olor de la tierra removida y a registrar cada uno de los huesos para transformarlos en historia y justicia.

Las mujeres de los noventa se convirtieron en las primeras colaboradoras de la antropología forense del país, con una labor empírica y profundamente ética. Enseñaron que la búsqueda de los muertos es una forma de defender la vida y de recordar la historia.

Hoy, cuando se habla de antropología forense en Guatemala, debe recordarse que su origen no está únicamente en los laboratorios, sino en las manos de las mujeres buscadoras de los años noventa. Ellas transformaron el duelo en método, la ausencia en evidencia, la memoria en verdad y el dolor en ciencia. Sin su perseverancia, la ciencia forense guatemalteca no habría tenido un rostro humano.

En cada osario, en cada fragmento de tierra removida y en cada fotografía colocada en el centro histórico, sigue resonando la pregunta que aún no encuentra eco suficiente en el Estado: ¿Dónde están los demás desaparecidos?

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