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Las tres mujeres de la mujer

Por Redacción
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En tu mirar. “Eres el perfume de un naranjo en flor y la maravilla de la inspiración» escribiría Agustín Lara en una de sus canciones. ¿Cuál es el interrogante que enfrenta este maravilloso ser?

Cabe mencionar que si yo quisiera escribir un libro en donde revelara mis conocimientos sobre el sexo opuesto, me limitaría a publicar un enorme volumen de páginas en blanco. Parte de la magia que circunda a la mujer es lo indescifrables que son por lo que solo escribiré una pequeña opinión sobre el tema desde mí muy pobre perspectiva.

Durante el paso de los siglos el hombre ha tenido un rol más sencillo en la historia de la humanidad. Digo esto porque sus funciones lo han llevado siempre a desarrollar su individualidad e independencia. Si un hombre se casa, tiene hijos y luego se cansa, simplemente toma sus cosas y se marcha. No importa la época, siempre ha sido así. El trabajo para él es fuera de casa. Él es el que produce, se depende de él y él no depende de nadie (en la mayoría de los casos). Nunca el hombre llevó cinturón de castidad, siempre ha tenido el derecho. Él es el que decide estar «en cima». Por lo tanto su personalidad independiente y autosuficiente se desarrolla con más facilidad.

Por otro lado está la mujer. Esta conoce un hombre, tiene hijos y es ella quien se queda en la cueva, cabaña, castillo, palacio o apartamento a cuidarlos. Ella es, en la mayor parte de los casos, dependiente del hombre. A pesar de la maravillosa experiencia de ser madres, esta situación prepara el terreno a preguntas como: ¿Qué tan capaz soy? ¿Qué tan lejos puedo llegar yo sola? ¿Tengo que sacrificar mi vida por ser madre y esposa?

La resignación y el silencio de los siglos pasados se han ido transformando en una necesidad latente de contestar estas preguntas. Necesidad que rompió el silencio hasta mediados de este siglo cuando se desató el primer movimiento feminista.

Actualmente la reacción ha ido revolucionando parte del esquema social tradicional. Cada vez somos más los hombres – y me incluyo – los que lavamos los platos, tendemos la cama y sacamos a pasear a los niños. La mujer está buscando el equilibrio que debe haber entre la mujer independiente, la esposa y la madre. El hombre tendrá que aprender a soportarlo y no solo eso: tendrá que aprender a apreciarlo porque tengo la creencia de que el equilibrio entre «las tres mujeres de la mujer» mejora en increíbles proporciones las relaciones humanas.

El famoso concepto: «Estudio mientras me caso» ha ido transformándose en agresivas ejecutivas con gordas cuentas de banco y altos puestos directivos. Ahora ellas quieren estar «encima», y lo están.

En lo personal, considero que todo esto resulta muy atractivo. Una mujer que se siente bien consigo misma, que es autosuficiente y segura puede convertirse en una excelente compañía y como esposa será el apoyo y la amistad que guiaran a una relación equilibrada de respeto y confianza.

Esta seguridad también lleva a la mujer a ser mejor madre y a poder transmitirle a sus hijos, en conjunto con su pareja, todo el cariño y educación que estos necesitan, sin complejos, miedos o «hubieras».

La fuerza del «sexo débil» está llevando al hombre a cuestionarse a sí mismo, a explorar su lado femenino, a querer entender y aprender más sobre el sexo opuesto. Esto hace del hombre un mejor hombre, por el bien de todos.

El equilibrio entre «las tres mujeres de la mujer»; que son la profesional, la esposa y la madre, tiene como resultado un ser mágico y maravilloso que va mucho más allá de lo que pueda decir con palabras cualquier canción de Agustín Lara.

Escrito Por Franco Soldi

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