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El embarazo en niñas…

Por Redacción
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Miles de niñas y adolescentes anualmente son víctimas de diferentes tipos de violencias que han sido normalizadas y aceptadas.

América Latina es la segunda del mundo con mayor cantidad de embarazos en niñas y adolescentes, luego del África sub-sahariana.  En Argentina, Colombia y Guatemala este flagelo es resultado de múltiples factores políticos, económicos, sociales y culturales que vulneran -desde las edades más tempranas- los derechos de las mujeres a vivir una vida digna y libre.

Aspectos como la pobreza, la precaria educación, la falta de acceso a la salud, las escasas oportunidades para construir un proyecto de vida autónomo, entre otros, se configuran como formas de violencia ejercidas históricamente contra las mujeres, que afectan de manera específica a las niñas y adolescentes; no por casualidad son justamente las más vulnerables, las pobres, las menos educadas, las rurales, las indígenas y las afrodescendientes.

La cultura machista que alcanza su máxima expresión en la violencia y el abuso sexual contra las mujeres, es el nodo central de la problemática del embarazo en niñas y adolescentes, pues se oculta, no se reconoce.

Violencia sexual y relaciones inequitativas

Los embarazos en niñas menores de 14 años son consecuencia de relaciones asimétricas, obligadas o producto del abuso.   Tema que menciono el presidente Giammattei, pues el problema del embarazo en las adolescentes por falta de educación es parte del grabe problema de la desnutrición en el país y dentro de las acciones a ejecutar es precisamente educar y formar para disminuir los números que presenta el país.   Preocupa el aumento del embarazo precoz en las menores de 15 años, tomando en cuenta que en esa edad todas las relaciones sexuales se consideran no consentidas y, por lo tanto, son resultado de un abuso sexual.

Lamentablemente, la mayoría de estos crímenes se comete dentro de la familia y los agresores son padres, abuelos, hermanos, padrastros, hermanastros, tíos o primos; cuestión que tiene que tomarse en cuenta en las propuestas de prevención.

Debemos estar conscientes que existe una indiferencia social sobre cómo apoyar a las niñas y adolescentes a quienes les toca vivir un embarazo como consecuencia de una violación sexual, pues se ven obligadas a permanecer en el ámbito doméstico, perdiendo así su proyecto de vida.

Debemos hacer extensiva la educación sexual a padres y madres, dado que es en los hogares donde más se comenten los abusos sexuales y adicionalmente generar propuestas de masculinidades conscientes para que los hombres piensen en la responsabilidad que tienen sobre el embarazo y su paternidad.

Muchas alternativas quedan por ejecutar, pero quizás la comunicación y acciones que iremos ejecutando desde nuestro entorno causarán impacto positivo en la población que nos interesa.  Recordemos lo que decía la Santa Madre Teresa de Calculta “seamos una gota de amor en un amor de amargura” debemos  comprometernos  en acciones que contribuyan a erradicar esta problemática que provoca dramáticas secuelas en la vida de miles de niñas y adolescentes en nuestro país.

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