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Editorial

Por Redacción
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¿Recién graduado…? Tristemente desesperado.

Luego de tanto estrés, provocado por la emoción de una posible graduación y perseguir esos últimos puntos, finalmente el estudiante se perfila como un graduando, vienen otros tipos de gastos, otro traje completo, camisa, zapatos y corbata, además del gastado y aburrido traje de prácticas,  anillo de graduación, viaje de promoción y la mesa de la fiesta de gala, que solo tendrán el privilegio diez invitados y que no alcanzará  para toda la familia.

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El recién graduado, empieza a percibir un reto, que tiene que vencer de inmediato; su propia realidad, la conquista de muchas otras conquistas.  Una realidad que ya no se discute en la familia, es lógica y tajante.  Los padres crean los ecos de las pláticas  entre ellos: “El patojo, tiene que ir a trabajar… Ya estoy cansado, yo no soy laguna, ya está grande, tiene que seguir estudiando…” Esas mudas realidades se empiezan a sentir, por medio de las miradas y el flamante anillo del graduado, se empieza a sentir frío, en la mano del incipiente joven, que empieza a ver un oscuro presente.   Del futuro no se puede hablar, más que con los amigos de la promoción, hasta que uno de ellos lleva un legajo de recortes de periódicos que ofrecen la paupérrima oferta laboral, que persiguen el recurso humano, para los que quieran ponerse como esclavos y someterse a un pliego de exigencias, como si se  hubiera vendido el  alma al diablo.  El papá, sigilosamente, empieza a llevar algunos periódicos con la información clasificada de trabajos y él mismo ríe, cuando lee sobre trabajos para patojos chispudos, sin compromiso de familia o estudio, con disposición de tiempo completo y que esté anuente a trabajar bajo presión… Salario a convenir.  “Este atajo de tiburones explotadores desgraciados” Ofrecen trabajo a precio de sangre… La madre llega con la noticia, “Se espera la presencia de cinco mil graduados para participar en el concurso de 200 plazas disponibles” Mientras tanto el hijo llega cansado de tanto caminar, con su flamante anillo, su traje de graduación, sus zapatos nuevos y una maleta de pliegos de ilustraciones, pues se había hecho de una plaza de vendedor de libros que ofrecía comisión por venta y aguantar unos cuantos portazos en la cara.

El padre acongojado le recuerda a la familia sobre aquella maestra gordita y chaparrita, cuando se sube al pódium y empieza la terrible alegoría: “Este es el primer día de nuestras vidas solos, de ahora en adelante, todos tomaremos caminos diferentes y sabemos que siempre nos recordarán, en los tiempos de dolor y de felicidad”… En el eterno acto de graduación, que solo los padres podemos aguantar, pero llega el momento, en el cual nos sentimos como de rodillas sobre maíces, pero pensamos: Al fin salimos del asunto Y hoy hijo, veo tu esfuerzo y dedicación y nos has traído la solución en tus propias manos.  En esa maleta llena de conocimientos, puedo percibir que la raíz de todos los problemas, está en falta de  educación, pues si ella nada somos, así que ese será nuestro gran objetivo.  Hasta la próxima vez, amables lectores.

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