Uno de los desafíos más grandes en materia de educación es que la formación de los estudiantes no responde a las necesidades del sector productivo. Con el objetivo de atender ese desafío, el Estudio Brechas de Talento surge como un esfuerzo para fomentar la cooperación entre empresas del sector privado y la academia con el objetivo de mejorar la competitividad en el país. El estudio genera información útil que permite alinear las necesidades del sector productivo con los programas de formación a nivel técnico y universitario para que se pueda preparar mejor a los estudiantes que ingresarán al mercado laboral, y así reducir la divergencia entre el capital humano que requieren las empresas y el que está disponible en el mercado laboral.
La Fundación para el Desarrollo de Guatemala –FUNDESA- identificó dos brechas de capital humano[1] que son las que más afectan el crecimiento econóimco del país: la falta de mano de obra calificada y la capacitación técnica insuficiente o de mala calidad. Atender estas brechas es importante porque representan barreras a la competitividad del país, obstaculizan la transformación productiva, limitan el potencial de desarrollo y calidad de vida de las personas y consisten en factores problemáticos para hacer negocios en el país. En la última edición del estudio se identificaron hallazgos importantes en cuanto a las necesidades del sector productivo que si se abordan de manera pertinente y efectiva pueden contribuir al cierre de las brechas.
En términos generales, el sector productivo indicó tener las siguientes necesidades: a) reducir los costos en los que incurren para pulir la secundaria y completar la educación base de sus colaboradores; b) que los colaboradores tengan experiencia, no sólo un título o diploma; c) que los colaboradores tengan las competencias requeridas para el trabajo y que el nivel de logro de esas competencias se ajuste a sus expectativas; d) contar con personas capacitadas en Guatemala, Quetzaltenango, Escuintla, Sacatepéquez y Suchitepéquez; y e) tener los incentivos adecuados para recibir practicantes.
Las empresas también indicaron que el cargo más importante para su desempeño y productividad, más allá de los gerentes generales, es el de los vendedores, y que en los últimos dos años han invertido en capacitaciones para sus colaboradores sobre el tema. Las competencias específicas más relevantes para su desempeño son: gesitón de proyectos, dirección de personas, gestión financiera, servicio al cliente y uso especializado de TICs. En cuanto a las competencias generales las más necesarias y las más difíciles de encontrar para el sector productivo son: la capacidad de identificar, plantear y resolver problemas, organizar y planificar el tiempo, capacidad de aplicar los conocimientos a la práctica, compromiso con la calidad y trabajo en equipo.
Asimismo, las certificaciones, técnicos y licenciaturas e ingenierías más necesarias para las empresas encuestadas son las siguientes:
|
Certificaciones |
Técnicos |
Licenciaturas e ingenierías |
|
| 1 | ISO 9001 Gestión de calidad | Servicio al cliente | Administración de empresas |
| 2 | SAP Software Solutions | Administración financiera gerencial | Ingeniería industrial |
| 3 | Microsoft Office | Salud y seguridad ocupacional | Finanzas |
| 4 | BPO- Business Process Management | Administración del tiempo | Administración de Sistemas Informáticos |
| 5 | PMI- Project Management Institute | Gestión del talento humano por competencias laborales (E-learning) | Mercadeo |
El estudio identificó tres tipos de brechas: cantidad, calidad y pertinencia de la formación. La brecha de cantidad es el desfase de número entre demanda y oferta por competencias genéricas y/o específicas, asociadas con la ausencia de oferta de programas de formación y con el déficit de demanda de programas de formación. En esta brecha hay casos de sobre oferta en las competencias de: compromiso ético, trabajo en equipo y capacidad creativa; y una falta de oferta en las competencias de: trabajo por metas comunes y organizar y planificar el tiempo.
La brecha de calidad evidencia los casos en los que existen programas formando en determinadas competencias genéricas pero el nivel de logro no se ajusta a las expectativas de los sectores productivos, siendo la brecha más crítica para el país. En este tipo de brecha se encontró que las competencias más desfasadas entre la academia y el sector productivo son: abstracción, análisis y síntesis, identificar y resolver problemas, trabajo en equipo, comunicación oral y escrita, capacidad creativa, liderazgo, aplicar conocimientos a la práctica y habilidad en el uso de las tecnologías.
Por último, la brecha de pertinencia de la formación vislumbra aquellos casos en que la oferta de formación no atiende los requerimientos de las competencias más valoradas por el empresario. En este tipo de brecha se identifico que hay competencias sobrevaloadas por la academia tales como: compromiso ético, trabajo en equipo y capacidad creativa y la existencia de competencias subvaloradas por la academia: trabajar por metas comunes, organizar y planificar el tiempo, buscar analizar y procesar información y aplicar conocimientos a la práctica.
Si queremos un país más competitivo en el que los guatemaltecos puedan tener mejores oportunidades de desarrollo y mayores posibilidades de mejorar su calidad de vida, es indispensable que el sector productivo, academia y gobierno, actores pertinentes para el cierre de las brechas de capital humano, prioricen y articulen espacios en los que puedan trabajar en conjunto para mejorar la calidad de la educación. Una fuerza de trabajo nacional bien preparada contribuirá a incrementar el potencial de desarrollo de los guatemaltecos, impulsar el crecimiento económico y mejorar la resiliencia de la sociedad frente a los cambios tecnológicos para alcanzar una Guatemala más próspera.
«Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia.» – Andy McIntyre
[1] Conjunto de habilidades, competencias, conocimientos, educación y actitudes que posee un individuo que influyen en su capacidad productiva y potencial de ingresos.
Escrito por: Mishell M. Grotewold, Investigadora Asociada – Consejo Privado de Competitividad – CPC –
