Para donde veamos, podemos observar caos en las relaciones entre personas. Convivimos en violencia y se ve “normal”, “natural” y se celebra: novelas de maltrato a mujeres, matrimonios forzados, embarazos de niñas, corridos que exaltan a narcotraficantes, asesinos y violadores, padres que se lían con sus hijos a golpes, menosprecio a las personas, automovilistas que aceleran cuando se les pide vía y la lista de esta convivencia violenta, usted la puede completar inspeccionando un poco su entorno.
Quizá usted no había pensado en esto, quizá no lo había percibido como caos, quizá usted ha descubierto en este momento que usted es parte de esa conviviencia violenta y ahora se pregunta –¿qué estoy haciendo?, ¿qué puedo hacer?. –Ojalá y sean esas las preguntas que se plantea y pueda creer, al igual que yo, que nuestra apuesta debe ser por la convivencia en armonía.
Y, ¿qué es la convivencia en armonía? –dirá usted. La convivencia en armonía nos permite relacionarnos de forma positiva y comunicativa con las demás personas. Nos sirve para tener bienestar y felicidad en las diferentes situaciones de nuestra vida. Por eso, desde temprana edad debemos aprender a relacionarnos de manera positiva, es decir, con respeto y afecto, en los diferentes ambientes sociales.
¿Cómo empezamos? Por nosotros mismos, nuestro hogar y centros educativos, para después extender nuestra experiencia a círculos de amistades, iglesias, trabajo, barrio, condominio, buses, calles y todo aquel ambiente donde nos relacionemos entre personas.
¿Por qué hacerlo? Si promovemos la convivencia en armonía, reduciremos las actitudes y conductas violentas. Nuestros hijos e hijas, nosotros mismos y las otras personas, nos sentiremos protegidos en “comunidad”.
Y ahora se preguntará –¿cómo educamos para convivir en armonía? Pues favoreciendo la educación en valores, la formación de autoestima positiva y el fomento de la comunicación asertiva.
¿Sabía que la educación integral en sexualidad favorece los valores, la autoestima y la comunicación asertiva?
