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Por Redacción
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Los millennials y los que no saben cómo salir del asunto.

Definitivamente, eso de medir para el mercado y calificar a las sociedades, según su género, edad, capacidad de pago y de compra fue un éxito y más para los últimos que fueron los millennials, que se sintieron como los primeros en salir corriendo a favor y encasquetarse la etiqueta y con su desafortunada indiferencia, engrosaron las filas de la tontería y sintieron ese nivel de importancia y salvedad, de que estaban en su propio charco y que sin mayor esfuerzo, se colocaron en lo mejor de la sociedad, sin mayor aporte para enriquecer el mundo de hoy.

Queridos amigos todos, muchísimas gracias por contarlos entre nosotros.  Este esfuerzo, está llegando a muchos públicos sumamente interesados en nuestros temas, desarrollados en nuestras diferentes plataformas que hacen llegar nuestro proyecto comunicacional de Mujer de Negocios, que no tenemos otro fin, que compartir y el diagnostico de un posible problema social y enfocar una posible solución que coadyuve para alcanzar las calidades de vida que como seres humanos requerimos.  Gracias por ser parte de nosotros.

Esta calificación comercial, no tuvo el éxito deseado con las generaciones del silencio y con los reconocidos Baby boomers, que no se sintieron tan cómodos con tal calificación, como lo fue con los Millennials, que lo recibieron como si la humanidad, les había dado una oportunidad maravillosa y que los habían aceptado, según ellos, con lo ridículo por bandera y  como tales, se marcaron con una cachucha de lado, una camiseta de basquetbolista, un pantalón de talla más grande, pero recortado, colocados a media nalga, calcetines blancos, con  el borde del calzoncillo que deja ver la marca de primer orden, así como un par de zapatos tenis, también de marca, que los sitúa como sociedad existente de buen talante, de buen ver y con posición de dominar la generación e imponerse ante la sociedad con algunos tatuajes de signos extraños o pertenecientes o grupos mezquinos y la completa disposición de  viajar a todos lados y hacerse de pocas cosas materiales, trabajar poco y eliminar valores y principios de sus antepasados.

Mientras el tiempo pasa, se van adentrando en el triste papel improductivo y andar siempre con el rango de mochilero, mientras su círculo cercano los empieza a ver con mirada resignación, hasta que la madre,  siempre luchadora, no lo puede seguir soportando,  lo enfrenta en su momento y le dice: “¿Mijo, cuando sentarás cabeza; que ya cumpliste los treinta y ocho, mientras tanto nosotros con tu padre, venimos a la capital a ganarnos la vida con veintiún años?  La vergüenza viene juntamente con el reclamo y la graníticamente construida con la vanidad e ignorancia empieza a caerse en pedazos.

Lo más  triste de esta etiqueta de mercado,  es que quisieron abarcar la productividad real del hombre y lo cierto, es que no.   Muchos y la gran mayoría de los jóvenes de hoy, ven eso precisamente, las etiquetas de un mercado que se tiene que  amoldar a las propias necesidades que traen los tiempos y que el esfuerzo por lograr las mismas metas de todos, se ven exaltadas, cuando culminan con éxito sus carreras, cuando tienen que echar pulso por obtener posiciones o crear un modo o medio de producción en el campo del emprendedurismo y nunca es tarde para iniciar una acción para salir adelante.   Pretextos para no conquistar las cosas, hay millones, para no hacer nada.

Los Millennials verdaderos, son aquellos que nunca fueron incentivados con falsas luces de alguna etiqueta y desarrollaron un modo de vida o un beneficio para sus semejantes y eso es precisamente lo que hoy aplaudimos de las nuevas generaciones.   Hasta el próximo amables lectores.

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